En todo el planeta se acumula la basura a nuestro alrededor y, a pesar de los incipientes movimientos de sostenibilidad que exigen una mayor responsabilidad a todos los niveles de la sociedad, la cantidad de residuos que generamos como especie aumenta año tras año. Se calcula que para 2050 la generación de residuos pasará de unos 2.010 millones de toneladas a la asombrosa cifra de 3.400 millones de toneladas anuales.
No se puede subestimar la magnitud del problema, y no hay rincón de la Tierra que no se vea afectado. Desde el vertedero local hasta el Gran Parche de Basura del Pacífico, desde la jungla urbana hasta los espacios naturales más remotos, tanto las ciudades como los ecosistemas se ven sometidos al peso de los residuos que generamos, y es probable que los retos a los que nos enfrentamos hoy se agraven mañana a medida que crezca la población y se amplíen los centros urbanos.
Además, la mala gestión de los residuos es un problema real tanto a nivel individual como gubernamental. Actualmente, la industria de la gestión de residuos es nebulosa y lucha por adaptarse a un consumismo global, un sistema que fabrica productos en un continente, los compra y utiliza en otro, y se deshace de ellos en otro. Está claro, pues, que un movimiento hacia prácticas homogéneas de gestión de residuos no sólo es deseable, sino absolutamente esencial.